El universo en una caja by Andrew Pontzen

El universo en una caja by Andrew Pontzen

autor:Andrew Pontzen [Pontzen, Andrew]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Astronomía, Ciencias exactas
editor: ePubLibre
publicado: 2023-01-01T00:00:00+00:00


LA ENERGÍA

La comparación entre lo detectado por el LIGO y las simulaciones de ondas gravitatorias confirmaron que los agujeros negros existen y que se comportan tal y como predijeron las ecuaciones de la relatividad. Pero a mediados del siglo XX, cuando su existencia era más dudosa, los astrónomos habían empezado a notar algo raro en el balance de energía cósmica. El primer indicio lo aportaron los radiotelescopios, que entre los años cincuenta y sesenta detectaron intensas frecuencias procedentes del espacio, como si fueran faros cósmicos.

Los astrónomos comenzaron a apuntar sus telescopios ópticos tradicionales en dirección a esas fuentes de ondas de radio y encontraron puntos luminosos que al principio parecían estrellas. Uno de los primeros en estudiarlos fue Allan Sandage en los años cincuenta, el mismo cosmólogo que más tarde se resistiría a aceptar la idea de que las galaxias cambian a lo largo del tiempo. Lo que descubrió lo desconcertó: los colores de aquellos puntos no se parecían a los de ninguna estrella que hubiera visto antes y no había razón aparente por la que éstas produjeran intensas ondas de radio. Estos objetos recibieron el nombre de «cuásares», una apócope de «cuasiestrellas», y se trata de los brillantes faros que mencioné en el capítulo anterior.

Sandage trabajaba en los observatorios del Carnegie, en Pasadena (California), y discutió el misterioso descubrimiento con sus colegas del cercano Instituto Tecnológico de California (conocido como Caltech). Finalmente, el misterio fue resuelto por tres estrellas emergentes del mismo, quienes, para disgusto de Sandage, se llevaron casi todo el reconocimiento por ello[178]. La explicación aportada por los científicos del Caltech resultaba impactante: aquellos puntos luminosos no eran estrellas en absoluto, sino objetos mucho más vastos y mucho más distantes cuya luz se había originado en el corazón de galaxias lejanas y había atravesado gran parte del universo. Lo único que podía concentrar tantísima energía en un punto tan pequeño era un agujero negro supermasivo, millones o incluso miles de millones de veces más grande que el Sol.

Tomados de forma aislada, todos los agujeros negros son, por definición, absolutamente oscuros, pero el gas que los rodea en ocasiones puede comenzar a brillar intensamente. Además, éste es susceptible de ser capturado por el poderoso campo gravitatorio del agujero negro, en cuyo caso comenzará a aproximarse en espiral hacia el horizonte de sucesos y acabará formando lo que se llama un «disco de aeración». Como las nubes individuales de gas no se mueven todas de la misma manera exactamente, terminan por rozarse o por chocar unas con otras, convirtiendo el movimiento en calor y, en último término, en luz y en otras formas de radiación. Este proceso es diez veces más eficiente que la fusión nuclear de una estrella a la hora de generar luz a partir de la masa, y cuanto mayor sea el agujero negro, más deprisa podrá succionar materia para mantener su potencia, por lo que la liberación neta de energía puede ser enorme. Así pues, es esta pequeña región espacial aledaña al agujero negro la



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